Con el comienzo del estado de alarma debido a la COVID-19 en nuestro país, se han dado a conocer muchísimas iniciativas para sobrellevar estos días de confinamiento en los domicilios. Una de ellas ha sido la que ha llevado a cabo White Kite Producciones que, bajo el lema #EnCasaCon33, ha compartido el musical con todo aquel que quisiera disfrutar de esta obra en su propio hogar con motivo de la celebración de la Semana Santa.
La producción original, que se llevó a cabo en «el teatro efímero más grande […] que jamás se haya construido en nuestro país» para este menester y con capacidad para más de mil espectadores, es obra del sacerdote español Toño Casado con la dirección musical de Julio Awad (Sonrisas y Lágrimas) y la corografía de José Félix Romero (Cabaret).
Aunque de primeras el título del musical pudiese hacer recelar a alguna que otra persona por su obvia línea argumental, lo cierto es que 33 El Musical parece gustar tanto a unos como a otros, casi sin excepción. Como señala el equipo creativo, el musical «defiende valores universales como la solidaridad, el perdón, la honradez, el respeto, la integridad y el amor» y, a día de hoy, el proyecto ha consagrado su segunda temporada con gran éxito de público y crítica.
Por ese lado, 33 El Musical parece cumplir los objetivos del Padre Casado que pretendía realizar una tarea de evangelización acercando la figura principal de una de las religiones mayoritarias de las que, cada vez en mayor medida, la juventud parece alejarse. Sea como fuere, esta producción destaca por presentar una historia bien conocida por el público de una manera amena, divertida y cercana, independientemente de la espiritualidad de cada uno.
Esta presentación de la vida de Jesús de Nazaret se toma alguna que otra licencia para hacer más contemporánea la historia y acercar la crítica social que realiza al público actual sin perder el mensaje canónico que el autor pretendía. En este sentido, los neones, los elementos históricamente desubicados o los guiños asociados con el tiempo a los diferentes personajes se hermanan con las diferentes ocurrencias que aligeran el mensaje con una simbología muy bien elegida.
Como cabeza de cartel se encuentra Christian Escudero (Priscilla, Reina del desierto) que representa a un joven cuya presencia, voz y sonrisa ilumina el escenario, presentando una figura cercana, cálida y llena de ternura arropada en todo momento por Inma Mira, como María, y María Vilumbrales (Hair), como Magdalena.
Por su parte, «los doce» y «las apóstolas» son la guinda del pastel. El ritmo ligero, las canciones pegadizas y el humor son sus señas de identidad. Mientras unos se centran en la comicidad, las otras hacen hincapié en la desigualdad y la visibilidad. Unos por otras, consiguen enviar un mensaje de esperanza, equidad y solidaridad contra el hambre, la pobreza, la guerra y la desigualdad.
El eje del mal encabezado por Caifás —interpretado por Raúl Cassinerio (Tarzán)— se complementa con Demón —interpretado por Xavi Melero (Pegados)—, Luzbel interpretada por Chus Herranz (Follies)—y Satán —interpretado por Ramsés Vollbrecht (Esos locos fantasmas)—, quienes conforman la maléfica asociación de Satán King, S.A., en representación de la tentación y el pecado. Unos villanos arropados por ritmos arrabaleros, como el tango o el jazz, en contraposición con las melodías litúrgicas de su presentación.
Como pasase en otros musicales como La Llamada, la producción juega bien sus cartas con la memoria de todas aquellas personas que, o bien estudiaron religión en el colegio, o bien asistieron a catequesis evocando así momentos y situaciones —como los apóstoles de los que nadie se acuerda— muy conocidos.
Aquellas personas que tuvieron la suerte de disfrutar la puesta en escena pudieron apreciar en todo su esplendor el diseño de iluminación de Carlos Torrijos, el sonido de Javier Isequilla, la escenografía de David Pizarro y Roberto del Campo, los efectos de Manuel Moldes, los arreglos de David de la Morena y todo ese ambiente resultante del trabajo del equipo creativo que, aunque en pantalla se desdibuja, es sobrecogedor. Pese a esta lógica pérdida de independencia de atención para los espectadores, la realización en sí misma permite disfrutar con mayor claridad de la calidad actoral de todo el elenco, formado por una treintena de profesionales, y el trabajo de vestuario de Juan Sebastián o la caracterización de Laura Mendoza.
Sin embargo, el éxito de este musical se ha visto empañado por la polémica que ronda a su autor y a la productora que parecen no llegar a un acuerdo sobre cómo será el futuro de este espectáculo. Sea como fuere, esta iniciativa llega en un momento donde las personas necesitan un mensaje donde «la gente se quiera hoy» para poder evadirse por un momento de la situación sociosanitaria actual.