Con intención de rendir homenaje al mundo de las coristas conocidas como Ziegeld Follies, nace este musical con libreto de James Goldman y música y letra de Stepehn Sondheim. Todo ello dirigido por Mario Gas y con Pep Pladellorens encargado de la dirección musical. Simple y llanamente, magnífico en todos sus aspectos.
El pasado mes de febrero se estrenaba por primera vez en España este musical con el cartel de completo durante sus primeras semanas. Se convertía así en el cuarto musical de Sondheim dirigido por el que fuese hasta hace unos meses director del Teatro Español, Mario Gas. Debido a su éxito y a la gran demanda que generó, Follies vuelve hasta el próximo 21 de julio a la Sala Grande del Español dando la oportunidad de ver esta soberbia producción a todo aquel que no pudo adquirir localidades en su día.
Un musical espléndido: una historia basada en el amor, los anhelos de juventud, el engaño a uno mismo y las esperanzas truncadas; un elenco envidiable formado por treinta y ocho grandes actores; y veintidós números musicales que, acompañados por una partitura ambiciosa, colorida y, en definitiva, fabulosa, arrancan al espectador durante casi tres horas de la realidad para sumergirse en un torbellino de recuerdos, emociones y viejos conocidos.
Poner en marcha un musical de este calibre no es sencillo. Sin embargo, la calidad y disposición de todo el equipo es tal que añade un punto de encanto extra al ya fabuloso Follies. No es sólo que no defraude sino que, desde el primer número hasta la conclusión final, pasando por numerosos personajes y sus historias, encandila de principio a fin.
Carlos Hipólito está espléndido en su papel de Benjamin Stone: una calidad actoral magnífica, un personaje que plasma a la perfección con muchísimo encanto. Es casi imposible no quedarse prendado de él cuando está sobre las tablas. Junto a él, Vicky Peña, Muntsa Rius y Pep Molina rompen todos los esquemas presentando al resto del cuarteto amoroso de la trama. Cada uno de ellos deslumbra durante sus solos y junto a las apariciones de sus jóvenes imágenes.
No obstante, quien más cariño merece y más carisma desprende es Asunción Balaguer. A sus 86 años se convierte en una corista que ha sobrevivido a 5 maridos. Por su parte, Linda Mirabal aporta al espectáculo la belleza del lírico; Massiel, la fuerza; y Teresa Vallicrosa y Mónica López, el estilo, el desparpajo y ese sabor de los años cuarenta. Entre ellos también se encuentra el propio Mario Gas que encarna a Dimitri Weissmann, dueño del teatro y responsable de la reunión que origina toda esta marabunta.
Con un elenco numerosísimo y su presentación, se pudiera pensar que en algún momento hubiera algún vacío, algún elemento desligado o incluso un cambio de ritmo injustificado pero, a la hora de la verdad, todos sus elementos van encajando poco a poco sin vacilación o error alguno. Incluso el vestuario, obra de Antonio Belart, está adaptado a cada artista convirtiéndose en una extensión de su propia personalidad. Gracias a la iluminación, el espectador puede centrarse en los personajes que en ese momento son importantes ya que hay tales oportunidades de distracción que sin esta pequeña ayuda sería bastante sencillo despistarse.
Sin embargo, es la gran integración de los personajes con la reminiscencia de tiempos pasados lo que realmente aporta ese plus a la trama. Por una vez es posible ver cómo los recuerdos asaltan a los personajes y cómo, al mismo tiempo, reaccionan estos ante los mismos. Dos personas en dos tiempos diferentes pero compartiendo un espacio para crear una sensación de omnipresencia absoluta.
Sin duda, aquel amante del buen teatro musical tiene una cita obligatoria este verano con Follies.