«La realidad», luces y sombras

Dos hermanas gemelas han de afrontar una dura situación: Luz, quien vive en India ayudando a los niños más desfavorecidos, está enferma y va a morir. Su hermana Andromeda, que continúa al lado de su familia, intentará conocerla más profundamente con la intención de suplantar a su hermana cuando fuese necesario intentando evitar el dolor de esta pérdida a su familia.

Partiendo de esta idea, se presenta ante el espectador un guión que va más allá de lo que dejaba entrever. En un primer momento, pareciera factible jugar con la idea de una velada crítica hacia la sociedad de consumo y cómo esta influye en el desarrollo de la propia personalidad de la persona. Sin embargo, tal y como confirmaba la autora durante la presentación de la obra en el Teatro Fernán Gómez de Madrid, no hay intención alguna de realizar tal crítica, mas aún, se trata de un texto donde queda manifiesto que cada persona es un ente único, un individuo: dos hermanas genéticamente idénticas con una infancia compartida e idénticas vivencias desarrollan una personalidad casi antagónica y dos maneras de enfrentarse a la vida, a las circunstancias.

Fernanda Orazi, elegida para interpretar a las gemelas, realiza un notable trabajo de adaptación y preparación de ambos papeles. No sólo es capaz de presentar al público dos mujeres diferentes sino que la réplica entre ambas surge con una naturalidad pasmosa. En imposible ver alguna característica de una sobre la otra. Ambas se presentan como dos personajes bien diferenciados hasta el punto de que incluso la entonación y el timbre de ambas hermanas se distinguen claramente.

Todo ello se ve incrementado gracias a algunos aspectos artísticos como son la escenografía, el vestuario o el propio peinado. Dos atmósferas delimitan el espacio de cada uno de los personajes para presentar el interior de dos personas que parecen irradiar sus luces y sombras. Con un nexo común como es el uso de la misma taza de desayuno, Luz se ve inmersa en una representación cálida y mística de su realidad. Mientras, envuelta en la angustia que le provoca su propio entorno, Andromeda deja entrever sutiles rasgos de oscuridad, sobriedad e incredulidad hacia las creencias de su hermana. Esta misma distinción entre ambas crea un cierto equilibrio entre las distintas posturas filosóficas que se puedan tener hacia la vida.

Pese a un pequeño momento de decaimiento en el ritmo de la historia debido a la alta carga filosófica de la que pretende hacer alarde, la autora uruguaya consigue hacer partícipe a los asistentes de una lucha sobre la percepción de nuestra propia existencia a través de una cruda realidad.

Maldito Lunes
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