«Folía», una peculiar clase de historia

Ron Lalá es una compañía de teatro cuya propuesta es «una combinación de música y textos originales con un lenguaje escénico propio, puesto al servicio del humor crítico y cítrico». En esta ocasión, trae a los Teatros del Canal su nuevo espectáculo Siglo de oro, siglo de ahora (Folía), una peculiar lección de historia del teatro que se imparte, a su manera, a los atónitos asistentes.

Bajo la dirección de Yayo Cáceres, llega esta Folla se define como una diversión teatral compuesta de varios pasos de comedia inconexos, mezclados con otros de música. Eso mismo es lo que es esta producción que, para no herir sensibilidades, adapta su nombre a folía, la locura.

Se trata de una locura de verbosidad, ingenio y un libreto rebuscadamente divertido que hace referencias a los clásicos españoles así como a los universales entablando el paralelismo existente entre el siglo XVII y la situación socioeconómica actual. Con cierta ironía aderezada con un poco de sarcasmo y puntualizaciones más que acertadas se pone de manifiesto cómo en época de crisis la perspicacia, la picardía y, ante todo, el talento hacen su aparición en las artes. Una plasticidad que se ve henchida de aptitudes de aquellos que quieren decir o, al mismo tiempo, denunciar algo.

Juan Cañas, Íñigo Echevarría, Miguel Magdalena, Daniel Rovalher y Álvaro Tato interpretan personajes tan diversos como divinos en algún que otro caso, acompañando la puesta en escena con un personaje invitado a la vez que imprescindible: la música. Temas originales que no sólo acompañan el verso sino que desarrollan el ritmo de la propia escena.

Así, una escenografía básica para mantener los elementos esenciales de la escena, una iluminación que ayuda a crear las diferentes atmósferas poetizadas y un vestuario que se adapta poco a poco según la época y el estrato, son los elementos imperceptibles, pero imprescindibles que dan prioridad a aquello que la merece: la propia escena ora vibrante, ora hilarante.

Una obra divertida, simpática, llena de matices y que invita a la risa ante la propia situación, sin dejar de hacer una crítica hacia la falta de visión histórica que consigue que se incurra en errores del pasado. Es algo más que diversión, es un grito hacia la propia reflexión.