«Singin’ in the Rain”, lluvia de sensaciones

Estrenada por primera vez en Londres en 1985, este musical vuelve a la escena londinense dirigida por Jonathan Church para conmemorar el centenario del nacimiento de uno de los actores más queridos del cine musical, Gene Kelly. Así, el Palace Theater rememora en clave de humor la época hollywoodiense de los años 20 enmarcando la transición del cine mudo a las aclamadas talkies.

Con libreto de la pareja formada por Codmen and Green, letras de Arthur Freed y música de Nacio Herb Brown, la película se convirtió con el tiempo en un musical de referencia por los críticos contemporáneos hasta considerarse uno de los mejores musicales jamás escritos a pesar de que las canciones no fueran originales. Estas formaban parte de otras piezas musicales de la Metro-Goldwyn-Mayer durante la época de los años 30 que se reagruparon para crear otra obra con un resultado más que notable.

En esta última producción británica, el elenco hace alarde de simpatía y talento. Adam Cooper (Don Lockwood) consigue ponerse a la altura de lo esperado en lo que se refiere a interpretación y canto. Como es natural, las comparaciones son inevitables. Cooper consigue separarse en cierta medida de Kelly aportando su propia sensualidad y personalidad al personaje aunque el parecido en el porte recuerde al Lockwood original. Sin embargo, durante ciertas coreografías, especialmente los solos más esperados de la obra, se pone de manifiesto lo difícil que es igualar o asemejarse siquiera al hombre que creó escuela.

Por su parte, tanto Daniel Crossley (Cosmo Brown) como Scarlett Strallen (Kathe Selden) aportan frescura a sus respectivos personajes de tal manera que apenas queda manifiesta. Crossley presenta con «Make’ Em Laugh» un número hilarante que lleva a cabo notoriamente a pesar de la dificultad que presenta: sin cortes, sin errores y con mucho, mucho humor. Asimismo, es bastante complicado echar de menos a Debbie Reynolds en escena teniendo a una artista como Scarlett Strallen en las tablas: canta, baila y tiene una personalidad arrolladora que hace que sobresalga durante toda la presentación.

¿Quién podría imaginarse a Lina Lamont cantando? Este espectáculo se permite la licencia de dar voz, y nunca mejor dicho, a este personaje. Katherine Kingsley interpreta con habilidad a una mujer cuya capacidad musical es inexistente y cuyos gorjeos son más que motivo para suscitar escandalosas risotadas.

La puesta en escena es impresionante gracias al diseño escenográfico de Simon Higlett y las coreografías de Andrew Wright. Sin embargo, la lluvia es la verdadera protagonista. Catorce mil litros de agua, reciclados y depurados en cada función, son los encargados de crear una agradable atmósfera de tarde en el interior del teatro. La espectacularidad de este efecto sobre las tablas es tal que el sentimiento de alborozo en las butacas es prácticamente palpable.

Aunque en un principio sea una producción que pueda pasar desapercibida entre tanta oferta teatral en el West End, es una de las apuestas seguras para la diversión, la sorpresa y la admiración donde el público también tiene su pequeño papel.

Maldito Lunes
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