El pasado 26 de marzo se estrenaba en el Teatro Pavón de Madrid esta versión de la novela cervantina El coloquio de los perros en una coproducción de la Compañía Nacional de Teatro Clásico y Els Joglars.
Con más de cincuenta años de trayectoria y fieles a su espíritu crítico, Els Joglars se enfrenta por tercera vez a un texto de Miguel de Cervantes tras sus trabajos El retablo de las maravillas y En un lugar de Manhattan. En esta ocasión, la novela cervantina ha sido adaptada conjuntamente por Albert Boadella, Martina Cabanas y Ramon Fontserè, quien tomase el relevo de Boadella en la dirección de la compañía el pasado año.
En esta versión, adaptada a la situación actual, son los dos cánidos, Cipión y Berganza, los que narran a Manolo, el guardia de seguridad de la perrera municipal en la que se encuentran, sus peripecias a lo largo de su vida utilizando sus propias vivencias para realizar una áspera crítica hacia la sociedad de consumo en la que vivimos.
Ramon Fontserè, quien se encarga además de la dirección del montaje, Pilar Sáenz, Dolors Tuneu, Xavi Sais y Xevi Vilà son los actores encargados de dar vida a perros y humanos con su característico estilo teatral acompañados tan sólo por su capacidad actoral y algunos enseres.
Aunque todos los actores realizan un buen trabajo en escena, durante los primeros momentos de la representación hay un cierto desconcierto debido a la falta de claridad en la declamación de los personajes de Cipión y Berganza. Al intentar imprimir un carácter propiamente canino a un personaje que habla en versificando en castellano antiguo se cae en el error de dar prioridad a la caracterización frente a la comprensión de las líneas.
Basándose en la animalización de los humanos y la humanización de los canes, quizás podríamos haber esperado algo más de esta adaptación. Usando a los canes como un mero instrumento de crítica social y olvidando por completo la etología del animal, el contenido del texto es laxo, centrado en una visión de la realidad ciertamente reducida y con determinados momentos que rozan la zafiedad.
Pese a todo, una puesta en escena basada en pocos elementos escenográficos y un atrezo y vestuario adecuados, es interesante hasta el punto de imprimirle mayor carácter a la representación.