El pasado mes de noviembre, Juan Pablo Di Pace presentaba en el Pequeño Teatro Gran Vía su monólogo musical Primer Acto. En dicha ocasión, el argentino comentaba a los medios reunidos que se trataba de un viaje repleto de anécdotas que no sólo quería compartir con el público sino que, incluso, necesitaba contar.
Dirigido por su hermana, Victoria Di Pace, y con Aday Rodríguez en la dirección musical y acompañando al piano en todo momento al actor, este espectáculo más que contar el periplo de un artista en busca de su oportunidad, es la historia del propio arte y cómo este envuelve a una persona hasta el punto de llevarla hacía los límites más insospechados con el único fin de alcanzar su meta: ser representado.
El texto narra una historia como pudieran ser tantas otras: un actor que viaja a Londres con la intención de formarse y encontrar su hueco sobre las tablas. Sin embargo, lo especial de este show no son las peripecias que le suceden al protagonista sino, más bien, cómo las presenta y cómo estas consiguen enviar un mensaje de optimismo a toda la sala.
Con ánimo de aportar un poco de luz en una época sombría donde los sueños y los anhelos se ven asfixiados por la propia realidad, Primer Acto se presenta como un desafío al desánimo. Di Pace no se vale únicamente del humor para contar las diferentes situaciones a las que se vio expuesto, sino también de una banda sonora repleta de clásicos que han formado parte de su vida y que aderezan una puesta en escena cercana en una función íntima y emotiva.
Sondheim, Bernstein, Michael Jackson, Eden Ahbez, Kander y Ebb, The Bee Gees e incluso el precioso tango de Astor Piazzolla que nos acerca a su Buenos Aires natal dan forma a este texto que, al mismo tiempo, deja con ganas de seguir indagando una vez fuera de la sala. ¿Quién no ha buscado aquel controvertido videoclip de Eric Pryedz que le abrió algunas puertas?
Tal y como comentaba Di Pace el pasado noviembre, «dispara hacia las estrellas y llegarás a la luna».