El antiguo Teatro Alcazar de Madrid acoge esta obra de Patrick Haudecoueur y Danielle Navarro que narra las desventuras de una desastrosa compañía de teatro que intenta montar una versión del vodevil inglés Locos por el té.
El texto, estrenado en Francia en 1990 y vuelto a llevar a los escenarios parisienses en 2010 donde aún permanece en cartel, sufre ligeras variaciones gracias a la adaptación de Julián Quintanilla. Sutiles cambios que permiten adaptar las ocurrencias de los personajes hacia un humor más castellano.
Dirigida por Quino Falero, el elenco está encabezado por María Luisa Merlo (Sofía) a la que acompañan Juan Antonio Lumbreras (Juan), José Luis Santos (Arturo), Esperanza Elipe (Claire), Ángel Burgos (Curro), Óscar de la Fuente (Domingo) y Rocío Calvo (Chusa).
Todos ellos son los integrantes de esta pequeña compañía donde parece cumplirse aquella Ley de Murphy que sostiene que «si algo puede salir mal, saldrá mal». Pese a lo que pudiera parecer en un primer momento, no se trata de enfatizar el aspecto negativo de las consecuencias de sus actos, sino que la finalidad es disfrutar sin límites de las disparatadas situaciones a las que se enfrentan los personajes.
Toda la puesta en escena se centra en poner de manifiesto un único aspecto: la confusión. Desde un comienzo desconcertante hasta un desenlace que refleja una de las máximas del teatro que afirma que el espectáculo debe continuar pase lo que pase. Y este último detalle sobre el cual se argumenta toda la trama.
Si es necesario sacar alguna pega a este montaje es que el argumento puede resultar más atractivo y lo pueden disfrutar en mayor medida los espectadores vinculados al teatro ya sea de manera lúdica o profesional. Éstos pueden reconocer experiencias -algo exageradas, o quizás no tanto- propias o ajenas, roles o evocar recuerdos de manera que esa empatía para con el texto acreciente en cierta medida la aceptación e interés hacia la obra.
Reconocimiento 4.0 Internacional