«La vida es sueño», soberbia y memorable

La producción de la Compañía Nacional de Teatro Clásico se ha visto arropada desde su inicio por una afluencia de público tal que, desde hace unas semanas, es visible el cartel de «No hay localidades» en las taquillas del Teatro Pavón de Madrid.

La tragicomedia de Calderón de la Barca llega al teatro madrileño con una adaptación de Juan Mayorga, Premio Calderón de la Barca ya en 1992, dirigida magistralmente por Helena Pimenta. Tanto la adaptación, cuidada y escrupulosa con el texto original, como la dirección de actores son magníficas. Si a ello le añadimos el elenco propio de una compañía nacional, tenemos los ingredientes precisos para conseguir un éxito de crítica.

Queda manifiesto que el mayor atractivo de este montaje es la posibilidad de ver a Blanca Portillo interpretando el papel de Segismundo. Tal es la calidad de su interpretación que hay un desconcierto general en el auditorio respecto a quién es la persona que se encuentra sobre las tablas. Sus gestos y ademanes, su postura, su voz y esa naturalidad propia hacen que Segismundo aparezca, en todo momento, como varón ante los ojos del público. Durante casi dos horas de interpretación, los espectadores podrán ver una de las grandes actuaciones de esta actriz que vuelve a demostrar, una vez más, su calidad y valía.

Así, no sólo es Blanca Portillo quien merece una mención en estas líneas. Marta Poveda (Rosaura) deja traslucir desde su primer parlamento la sed de venganza frente a una afrenta que, a su vez, la torna aún más vulnerable. Junto a ella, Joaquín Notario (Basilio, padre de Segismundo), Fernando Sansegundo (Clotaldo, padre de Rosaura)  y David Lorente (Clarín) aportan una esencia particular a sus personajes. Notario deja que el oyente se deleite en la nebulosa mente de un hombre lleno de temores y, al mismo tiempo, conmueve en su transición final.

Pese a todo lo mencionado anteriormente, el resultado no sería el mismo sin la espléndida puesta en escena. En ella prima el maravilloso trabajo de iluminación de Juan Gómez Cornejo que se convierte en un imprescindible para sumergir al espectador en los diferentes escenarios gracias también a la escenografía de Alejandro Andújar y Esmeralda Díaz. Una calidad técnica espectacular que se convierte en el marco perfecto para que el elenco pueda dar lo mejor de sí mismo ya que con un sólo espacio y pequeños cambios se consigue vislumbrar la batalla, hallarse en la cripta más oscura o en el palacio más ostentoso. Asimismo, todo este aura de rememoración del pasado se ve incrementado gracias la presencia de la orquesta en directo que incluso entra en escena sin perturbar en momento alguno a la sala.

Con todo ello, La vida es sueño es sin duda en una de las mejores representaciones que ha pasado por los teatros españoles este último año y la misma será probablemente recordada con el paso del tiempo. Gracias a montajes y actores como este, se podría fácilmente inculcar al público una pasión por el teatro clásico que se ha visto mermada los últimos años.

Maldito Lunes
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