Ben y Gus son dos asesinos a sueldo que permanecen encerrados en la habitación lúgubre de un sótano a la espera de las órdenes de la organización para la que trabajan. Mientras, comienzan a recibir absurdos encargos de comidas a través de un montacargas.
Harold Pinter (The Room) vuelve otra vez a recurrir al encierro de dos seres humanos para contar una historia donde salen a relucir sentimientos tan humanos como la desesperanza, el miedo y la impaciencia. Dos hombres, una extraña habitación, una profesión donde la desconfianza es básica para la supervivencia y una relación donde hay una clara subordinación son los ingredientes para crear este drama. Un drama disfrazado de comedia debido al disparatado marco en el que se ven inmersos ambos personajes.
La producción, dirigida por Andrés Lima, tiene dos grandes alicientes para que cualquiera quiera ir a verla: Alberto San Juan y Guillermo Toledo. Las situaciones patéticas, las prolongadas pausas y lo absurdo de la intromisión en la historia del tercer personaje en discordia, el montaplatos, son nimiedades frente a la oportunidad de disfrutar de estos dos grandes actores encarnando a dos asesinos de dudosa reputación y métodos poco éticos.
Lo más interesante de la historia ocurre, como es habitual, al final de la misma, pero ¿se trata verdaderamente de un final? Quizás quede abierto a interpretaciones…
Reconocimiento 4.0 Internacional