El espíritu de «Los Miserables»

Desde que se estrenase en el Barbican Theatre de Londres en 1985 la adaptación musical de la famosa novela del escritor francés Víctor Hugo, este musical ha sido visto por más de sesenta millones de espectadores en 42 países diferentes y se ha traducido a 21 idiomas. No es de extrañar que durante este tiempo y debido al éxito de público y crítica, se haya planteado llevar este musical a la gran pantalla. Sin embargo, no fue hasta el vigésimo quinto aniversario de su estreno que su productor, Cameron Mackintosh, anunciase la filmación de la película de mano de Working Title Films.

Para mantener el espíritu del musical, Mackintosh se rodeó de los responsables artísticos del mismo: Alain Boublil, Claude-Michel Schönberg y Herbert Kretzmer que, junto a William Nicholson, y el oscarizado director Tom Hooper (El discurso del Rey) comenzaron su andadura para producir una de las películas que se convertirá en una de las joyas para los amantes del cine musical.

Decisión de este último fue que todo el sonido y la voz de los actores se captase en riguroso directo para luego añadir en posproducción la partitura interpretada por la orquesta. Gracias a ello, se plasma en la interpretación la emoción y el sentimiento propio del momento consiguiendo así evocar de manera explícita la propia lucha de los personajes. El uso de planos cortos con excesivo aire e inusuales movimientos de cámara ayuda a recrearse en las expresiones físicas y psíquicas de los mismos.

Asimismo, se ha adaptado de nuevo el libreto para poder ajustarlo al lenguaje cinematográfico: se han realizado ligeros cambios sobre el guión original, añadido extractos de la novela necesarios para la comprensión del desarrollo de la obra y compuesto una pieza original, «Suddenly», para explicar un aspecto que quedaba algo oculto en el musical: el desinteresado amor que despierta en Valjean la pequeña Cosette.

Con toques que oscilan entre la cruda realidad y un sutil punto de fantasía se recrean las exhaustivas descripciones que hiciese el propio Víctor Hugo. Tanto las localizaciones, el magnífico trabajo de vestuario de Paco Delgado, así como las espléndidas recreaciones de los lugares y elementos míticos de la novela consiguen sumergir al espectador en la Francia del siglo XIX, entre la pobreza y la miseria. Tanto es así que la espectacularidad de la primera escena es un preludio de lo que pasará a continuación.

Sin duda, un reparto más que selecto es el principal atractivo para el público. Hugh Jackman y Russell Crowe son los pilares de la trama principal y la contraposición de sus caracteres es la encargada del desarrollo de la propia historia. Ambos, junto con Anne Hathaway —quien interpreta uno de los números más desgarradores de manera soberbia—, Amanda Seyfried, Eddie Remayne y Samantha Barks consiguen plasmar el verdadero fondo de estos miserables de la época. Si a ello le sumamos el hecho de que el resto del reparto son conocidos actores del teatro británico —algunos como Colm Wilkinson tienen una relación más que estrecha con el musical—, además de algunas nuevas incorporaciones más que interesantes, se cierra un círculo hacia la excelencia empañada, en cierta medida, por la pérdida de la auténtica naturaleza del matrimonio Thénardier formado por Sacha Baron Cohen y Helena Bonham Carter.

Pese a todo, esta producción tiene un gran hándicap añadido: su propio formato. Al tratarse de un cortometraje íntegramente musical, un gran número de detractores de este género no serán capaces de ver la grandiosidad de la misma o, quizás, sí.

Maldito Lunes
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