El español alberga un imprescindible, «La dama duende»

Calderón, habituado a tratar temas profundos en sus textos, habla de coincidencias, amoríos, supercherías pero, ante todo, del azar. ¿Es el hombre dueño de su propio destino? A través de sus líneas y enredos, el autor muestra su propio punto de vista en esta versión de Pedro Víllora dirigida por el desaparecido Miguel Narros.

Esa esencia del pasado y el exquisito gusto de muchos de sus textos, convierten al teatro clásico una experiencia única. Sin embargo, son muchos los que, bien sea por desconocimiento o por la elección de montajes poco laudables, se confirman detractores del mismo. Pese a todo, el montaje estrenado el pasado día 4 en la sala Grande del Español, último trabajo del director madrileño, es una muestra de buen hacer y talento que consigue seducir al público más reticente, afianzar al inseguro y deleitar al asiduo.

Si a una valiosa dirección se le suma un elenco de actores que, además, sigue el trabajo del director de tal manera que son capaces de plasmar y transmitir lo que este quiere al público, conseguimos una producción no sólo exitosa sino también notable. Así, el cariz heterogéneo que toma la sala ante personajes de tintes y colores tan diferentes lo convierte en un caldo de cultivo idóneo para esta comedia.

Diana Palazón (Dona Ángela) carga sobre sus hombros el mayor peso argumental con tal resolución que es un placer verla sobre las tablas. La mezcla de desenfado, descaro y pillería que demuestra junto a Mona Martínez (Isabel) durante toda la función crea un ambiente de complicidad entre dueña y doncella óptimo para enredos y desencuentros. Mientras, Chema León (Don Manuel), Iván Hermes (Cosme) y Marcial Álvarez (Don Luís) aportan el contrapunto del género masculino que oscila entre la ingenuidad, la desvergüenza o la propia frustración. 

Aunque no todo es perfecto y hay algunos momentos desconcertantes y bulliciosos, se trata de pequeños detalles que bien pueden pasarse por alto cuando uno se centra simplemente en el conjunto. Conjunto que, arropado por una puesta en escena vibrante y divertida gracias al trabajo del equipo artístico y técnico, es merecedor del tiempo y el dinero de cualquier espectador ávido de una buena sesión del más puro teatro.