Crimen, intriga y humor se unen en el musical «No son maneras de tratar a una dama»

¿Hasta dónde estarías dispuesto a llegar para alcanzar la fama? ¿A liarte con algún famoso octogenario? ¿A ir desnudo a tu trabajo y pedir un aumento de sueldo? ¿A hacerte futbolista a los cuarenta? Christopher «Kit» Gill, un actor venido a menos, decidió convertirse en un asesino en serie.

Este thriller cómico, obra del novelista americano William Goldman, se convirtió en película en 1968 de mano del director Jack Smight para acabar siendo versionado como comedia musical en 1987 por Douglas J. Cohen. Recuperado por el off-broadway neoyorkino en 1996, esta vez es la productora Tela-Katola (Te quiero. Eres perfecto… ¡Ya te cambiaré! o Tick, Tick… Boom!) quien acerca, una vez más, este espectáculo a los escenarios madrileños.

Con Pablo Muñoz-Chápuli en la dirección musical y escénica, la historia narra cómo el ansia de protagonismo, agravada por un conflicto edípico y una pérdida reciente, puede llevar a un hombre —claramente desequilibrado— a tomar las más inverosímiles decisiones. Si a ello le sumamos un excéntrico asesino, un desastroso detective, una bella mujer, dos madres insidiosas y un sin fin de variopintas víctimas, tendremos la fórmula perfecta para una comedia negra y, además, musical.

Para poner voz al impaciente libreto de Cohen, el montaje cuenta con un cuarteto de actores bien conocidos por los amantes del género. Así, Jorge Gonzalo (detective Morris Brummel), David Ordinas (Christopher «Kit» Gill), Laura Castrillón (Sarah Stone) e Inma Cuevas (varios) dan vida a los personajes de esta dramática, pero hilarante historia.

La puesta en escena pone de manifiesto un juego de luces y sombras no sólo en la propia atmósfera sino también en la confrontación de los propios personajes, sus insólitas relaciones y las extrañas situaciones en las que se ven inmersos. Todo ello con un ritmo in crescendo que entrelaza magníficamente dos historias paralelas a través de las llamadas telefónicas.

Tela-Katola vuelve a demostrar que la calidad de un espectáculo viene avalado por el ingenio y el trabajo bien hecho. Gracias a la resolutiva escenografía de Ana Tusell y el diseño de iluminación de Carlos Alzueta, se recrean con acierto y perspicacia los diferentes escenarios en una pequeña sala que le confiere ese aroma tan familiar que le va como anillo al dedo a esta producción.

Maldito Lunes
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