En el emblemático barrio del Raval de Bacelona, se ambienta esta obra musical cuyo éxito ha alargado su estancia en el homónimo teatro durante más de cuatro meses. Una producción de Jaume Villanueva que narra la terrible historia de la que fuese conocida como la vampira de la calle Ponent, Enriqueta Martí.
El periplo que ha recorrido la compañía para estrenar el espectáculo no ha sido sencillo. Jaume Villanueva, tras conseguir la colaboración del vallisoletano Arias Navarro para escribir el libreto, llamó a las puertas de los principales teatros barceloneses sin conseguir ningún resultado. Pese a sus duros comienzos y un presupuesto bastante ajustado, se han salvado todos los obstáculos para presentar un musical que se ha mantenido por mérito propio en la escena teatral de Barcelona.
Este melodrama ha sido suavizado gracias a la ironía, la burla y el humor negro de los que se vale el guión para hacer tolerable temas tan escabrosos como son el secuestro, la prostitución infantil y el infanticidio. La vampira original fue tristemente famosa por su afición a secuestrar, prostituir y asesinar niños y niñas de corta edad con cuyos restos mantenía un negocio secundario vendiendo supuestas medicinas y distintas pociones a personas de la alta sociedad barcelonesa.
Aunque la sinopsis de una historia como esta tiende a crear en los espectadores ciertos prejuicios, la intervención del compositor Albert Guinovart debería ser suficiente aliciente para sentarse en la butaca. Mercè Martinez, Oscar Muñoz, Jordi Coromina, Mingo Ràfols, Roger Pera, Lluís Parera y Valentina Raposo son los actores encargados de relatar los sucesos acontecidos en el barrio barcelonés en 1912. Una narración donde se intenta mostrar, según el propio Villanueva, el punto de vista de los malos con una buena dosis de sátira. Se trata, a fin de cuentas, de un juicio cuya moraleja es que «los poderosos siempre hacen lo que quieren».
Mèrce Martínez, quien ya demostrase su talento y capacidad en papeles como la Sra. Potts en la producción de La Bella y la Bestia de 2009, consigue dibujar el perfil de una auténtica vampira que seduce con sus armas al mismo tiempo que es letal con sus artimañas. Por otro lado, la elección de Óscar Muñoz para sustituir a Pep Cruz ha sido muy acertada. Este se presenta como un joven e ingenuo sustituto que complementa de manera diferente al personaje que interpretase Cruz. No obstante, es un poco confuso el doble papel que interpreta Mingo Ràfols ya que, durante los primeros momentos del número musical «La Xafardera», uno no sabe si el personaje del marqués tiene una cuestionable doble vida o se trata, como así es, del personaje de Claudia Elías, quien delatase a la vampira a las autoridades. Pese a todo, este papel es el que más sonrisas arranca al desconcertado público junto a los guiños y chanzas que hacen sobre el propio pueblo catalán.
En lo que se refiere al marco musical, sólo cuatro músicos, entre ellos el director musical Andreu Gallén, llenan la sala con las 13 canciones de Guinovart de manera excelente. Una partitura muy rica y variada que da a cada una de sus canciones una tonalidad diferente que evoca al público sentimientos dispares: emoción, rabia o soledad, entre otros.
Este espectáculo tiene algo especial, único y con un carácter típicamente local. No sólo está perfectamente ambientada y adaptada al catalán de principios del siglo XX, con el consiguiente problema para los no catalanohablantes, sino que el propio teatro forma parte de la historia. Situado en lo que fuera el Convento de las Carmelitas donde la propia Enriqueta acudía con los niños secuestrados, el teatro está en pleno barrio del Raval. No hay excusa para no abstraerse entre las calles aledañas y sumirse en aquellos tiempos donde dos grandes pandemias, la sífilis y la tuberculosis, convertían hechos deleznables en una situación aceptada por algunos y denunciada por pocos.
Reconocimiento 4.0 Internacional