Aunque nos refiramos a Chicago como un clásico, esta producción entró en cartel en 1975 y, desde entonces, no ha dejado de interpretarse salvo excepciones durante la primera década a lo largo de todos los escenarios mundiales.
Chicago es tan sencillo de definir como el hecho de comprobar en el diccionario la definición del género vodevil: «comedia frívola, ligera y picante, de argumento basado en la intriga y el equívoco, que puede incluir números musicales y de variedades». Una definición más que acertada para situar un argumento sobre la doblez de la justicia y el uso del espectáculo que llamó la atención de la escritora de la historia original, Maurine Dallas Watkins.
Para ser sinceros, guardo mejores recuerdos de su estreno en el Coliseo de Madrid en 2009 pero esta producción no desmerece en ningún momento la obra. Esta vez nos quedamos con ganas de poder disfrutar de María Blanco y la gran crítica que a avala. En su lugar fue ella Ruíz, cover habitual de Mama Morton, quien interpreta a Roxie Heart. Una Velma Kelly que pierde un poquito de glamour para transformar a una exitosa y altiva corista en un personaje más accesible y, quizás, algo más vulgar.
A pesar de tratarse de una obra de teatro adaptada a un musical, el hecho más cruel reside en la verosimilitud de las mismas ya que tanto los personajes de Velma como de Roxie están basados en historias reales y ambas se libraron de dos asesinatos gracias a la decadente justicia norteamericana. El encanto de la obra reside en la atemporalidad de los temas que, en estos momentos, están a la orden del día donde la gente no confía en la justicia y la justicia es cada vez menos justa. Una época ideal para intentar conseguir ver un punto de vista optimista dentro de la situación sociopolítica actual.
A veces me gustaría no sólo hablar de la actuación, la producción, la escenografía o los actores. A veces la historia es tan importante como todo lo demás. Y así es Chicago y todo lo que hay detrás. Una historia basada en dos hechos reales que, de suceder hoy, tampoco nos escandalizaríamos. Ver Chicago de nuevo ha traído ciertos recuerdos y ciertas tiranteces. Por supuesto, hay que ir al teatro para disfrutar de ella.