Desde la aparición del título del musical en la marquesina del teatro, la expectación ante su próximo estreno ha sido máxima no sólo por parte de los profesionales y amantes del género, sino también por aquellos turistas y viandantes que se han hecho eco de su presencia en la Gran Vía madrileña.
Tanto es así que el número de medios de comunicación que se asistieron el pasado viernes a la rueda de prensa ofrecida en el Teatro Rialto de Madrid fue bastante más elevado de lo que suele acostumbrar. Una presentación donde, además de ofrecer en primicia dos de los números más conocidos del musical, se desvelaron cifras, datos y confesiones que consiguen despertar la curiosidad de cualquiera.
Lo que está claro es que SOM Produce se ha convertido en un referente de la escena española con tres grandes salas en las que ha invertido mucho tiempo y capital. Es el caso del Nuevo Teatro Alcalá —que alberga la segunda temporada de Priscilla, reina del desierto—, el rehabilitado y reinaugurado Teatro Calderón y el Teatro Rialto, situado en pleno corazón de la capital.
Marcos Cámara y Juanjo Rivero, productores ejecutivos, apuntaban que esta producción es la más ambiciosa que han realizado hasta la fecha con una inversión de tres millones de euros que, durante su primera temporada, alcanzará los ocho millones de euros. Dos años de trabajo y una inversión que ha afectado a la propia estructura del teatro, cuyo escenario ha sufrido una reforma integral para poder acoger un proyecto de tal envergadura.
Además del desembolso inicial, no se ha escatimado a la hora de contar con un equipo de profesionales con más de una treintena de importantes galardones en su haber. A todos ellos — Ricardo Sánchez Cuerda (diseño de escenografía), Gaston Briski (diseño de sonido), Juanjo Llorens (diseño de iluminación), Antonio Belart (diseño de vestuario), Laura Rodríguez (maquillaje y caracterización), Federico Barrios (director residente y coreógrafo) y Raúl Patiño (director musical)— se refirió Jaime Azpilicueta con especial cariño al recordar que «los técnicos y todas esas personas que no se ven encima del escenario son las que hacen posible llevar los espectáculos hasta el público».
Una puesta en escena que promete ser, como mínimo, suntuosa con diecinueve cambios de escenografía; un diseño de iluminación que cuenta con más de medio millar de focos para lograr la tonalidad y temperatura requerida por la escena; un sonido envolvente creado gracias a ciento sesenta y tres altavoces repartidos por la totalidad del teatro; y un vestuario arriesgado, optimista y colorido que dejó a los miembros de la productora gratamente sorprendidos.
Respecto a la elección del elenco, Rivero aseguró fue una tarea complicada «debido a la calidad y nivel de los asistentes a los diferentes casting». Por su parte, el director —quien confesó que odiaba este proceso de selección— se ha encontrado en estas larguísimas audiciones con «grandísimos seres humanos y grandes profesionales».
Finalmente, serán Cristina Castaño, Eduardo Soto y Daniel Muriel quienes interpreten a las figuras más emblemáticas del Kit Kat Klub. Todos ellos han vivido el proceso de ensayos con mucha intensidad, dedicándole muchísimas horas y aportando, gracias al apoyo de la dirección, rasgos propios a sus personajes.
Eduardo Soto comentaba durante la presentación que «la vida, aparte de un carnaval, es una cabaret, una montaña rusa donde pueden suceder mil cosas que parece que eliges pero que, realmente son ellas las que te eligen a ti». Con esta actitud se ha enfrentado a un papel con el que se han volcado producción y dirección a pesar de considerarse, según sus propias palabras, «un tipo peculiar con el que trabajar».
Sin embargo, parece que esto no ha sido impedimento para que el ambiente de trabajo sea más que confortable ya que, en palabras de Daniel Muriel, ha sido un proceso «muy intenso, en el que se trabaja mucho y en el que siempre faltan horas pero, cuando todo comienza a engranarse, es mágico».
Por supuesto, no hay que olvidar que este musical tiene como hándicap ser conocido por ser uno de los grandes clásicos del teatro y el cine musical. Si bien puede tratarse de un magnífico reclamo para llenar la sala, también tiene como contrapunto la capacidad incansable del espectador de una comparación continua con aquello que ya conoce. Por ello, quizás sea necesario presentarse ante Cabaret con ánimo de disfrutar de todos los nuevos matices que seguro se presenciarán.